sábado, 26 de agosto de 2023

A 85 años. El impacto de la Revolución española en la Argentina

El 1 de abril de 1939 finaliza la guerra civil española. La clase obrera en Argentina la ha vivido intensamente. Desborda solidaridad e internacionalismo y toma partido por el triunfo de la revolución.

Hugo Echeverre.- Jueves 1ro de abril de 2021
La Izquierda Diario

La clase obrera argentina llega curtida a julio de 1936. Ha bancado de pie la ola represiva y miserable de la “década infame”, y ha respondido los golpes capitalistas con organización, huelgas e ideas.
Basta recordar la huelga de la carne en 1932, de la madera en 1934 y la destacada huelga general que encabezan las asambleas y los comités de obreros de la construcción, barrio por barrio, junto a la dirección de los comunistas en el verano porteño de 1936. [1]

Es decir, un movimiento obrero con sus tendencias sindicales y políticas establecidas y activas. Y con un naciente peso social y cultural de una izquierda clasista, que combina memoria anarquista y presencia marxista.
Naturalmente, los capitalistas y la derecha argentina saludan sin tapujos al fascismo español, que tan bien le cae al nacionalismo católico que levantan desde hace años la oligarquía, el ejército y la marina.
Para ese entonces reina el “fraude patriótico”, que se impone tras el golpe del Gral. Uriburu en 1930, y gobierna la llamada “Concordancia” que encabeza el Gral. Justo y Roberto Ortiz.
Las cosas se van acomodando a derecha y a izquierda
La CGT Independencia [2] saluda a través de un cablegrama “a los bravos camaradas españoles que en estos momentos luchan por un mundo mejor contra la traición clérigo-militar” [3] y organizan en el Luna Park un acto de más de 10.000 trabajadores donde dirigen la palabra dirigentes comunistas de la construcción, municipales socialistas y sindicalistas ferroviarios. El entusiasmo es indescriptible.
A la salida, la represión policial que ha cercado el estadio se hace sentir. Y los choques serán más duros que los célebres combates callejeros en la Av. de Mayo, entre republicanos y franquistas.
Internamente la represión contra los militantes comunistas y anarquistas se profundiza. A razón de ello será creada la Sección Especial de la Policía Federal, que llevará a cabo la detención de militantes marxistas y ácratas, con brutalidad e impunidad patriótica.
Sin embargo, el fenómeno obrero y popular es de masas, y miles de trabajadores en la Argentina apoyan con entusiasmo y observan atentos a la vanguardia obrera española y a las Brigadas Internacionales que defienden heroicamente Madrid. Y varios con mejor ojo siguen los avances de los obreros catalanes que expropian y ponen bajo su control y gestión las fábricas y tierras de Cataluña y Aragón.
Lógicamente, las organizaciones comunistas y anarquistas deben actuar en la clandestinidad. Quizás una muestra sea recordar que no solo son reprimidos y condenadas sus ideas, sino que llegan a decretar la prohibición de usar y/o enarbolar banderas rojas en las calles porteñas (esos “símbolos extraños” a la soberanía nacional).
En este marco la solidaridad se va desarrollar fuertemente desde las bases obreras y populares, extendiendo comités zonales de ayuda (“asociaciones fraternales”) [4] por los barrios de la Capital Federal, y las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Mendoza.
Los actos multitudinarios en el estadio Luna Park rebosan y se repiten. Artistas y figuras populares participan en los comités de ayuda. Un pulso de ello puede sentirse en el informe del jefe regional de la Falange española en la Argentina, que escribe en 1938 que “mientras los nacionalistas cuentan apenas unos cuarenta mil españoles en toda la Argentina, sólo en Buenos Aires hay más de ochenta mil rojos desatados.” [5]

La capacidad obrera y popular desborda iniciativas y logros
La solidaridad por el triunfo de la clase obrera española es tan extensa, que para mitad de 1938 el Correo Central se verá obligado a abrir un local más amplio, ya que las 2.000 encomiendas y fardos que salen para España superan hace rato los 200 bultos para los que están preparados.
Los bonos para alimentos se multiplican de organización en organización, sumando unas 400 entidades para su recaudación entre partidos políticos, sindicatos, ateneos y periódicos. Casi a diario, por la puerta del consulado español, suelen desfilar trabajadores entregando ropa de abrigo, dinero, mantas, calzado y medicamentos.
Para septiembre del 37 se envían casi 100 toneladas de carne, 11 de harina y decenas de bolsas de azúcar. Y el mes siguiente fletan un barco entero con víveres, que ayuda en Barcelona para la creación de un comedor diario de más de 200 personas. Lo mismo en Madrid, donde el ayuntamiento agradece en varias oportunidades la solidaridad argentina.
Para marzo de 1938, lanzan un plan sanitario para adquirir 140 ambulancias, con su instrumental completo, mesa de operaciones y sangre para 400 trasfusiones. La idea parece imposible pero para junio se envían 9 y en noviembre 34.
La dirección de la CGT es obligada a participar más activamente. Y comienzan a moderar las voces revolucionarias y a esconder las banderas rojas de sus actos, acomodándose al lado de la tricolor republicana. Pero el apoyo obrero se ejecuta como una labor de retaguardia y logística para el triunfo de la lucha y la Revolución Española.
De ahí que el Comité Internacional que coordina la ayuda a la República Española en Paris informa en diciembre de 1937 que desde Argentina han llegado más de 17 millones de francos, destacando al país en el segundo lugar detrás de Suecia. El total de los aportes recibidos, donde sobresalen también Rusia y México (que ayudan de manera oficial), superará los 135 millones de franco. [6]

Combatientes rojos, fascistas y frentepopulistas
Asimismo, cientos de combatientes argentinos formarán parte de las Brigadas Internacionales. [7] que fortalecerán las trincheras y dejarán la vida con los milicianos que defienden Madrid.
Dos de esos militantes y cuadros destacados serán Hipólito Etchebéhère y su compañera Mika, [8] que comandan desde el inicio la columna del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) madrileño que recupera el cuartel de La Montaña (un centro clave del levantamiento fascista en Madrid). Columna de 300 milicianos que desfilarán a los pocos días por la Gran Vía madrileña, con saludo marcial a las figuras de Lenin y Trotsky.
Hipólito caerá en el cerco de Sigüenza defendiendo las primeras posiciones durante varios días a la espera de refuerzos que nunca llegaron. El combate fue duro. Las tropas fascistas estaban mejor armadas. Sus últimas armas fueron los cartuchos de dinamita que con maestría manejaban los combatientes asturianos. Tras su muerte, con una mezcla de formas muy españolas, de respeto, dolor y sabiduría, una asamblea del POUM le pasa el mando a su compañera, Mika; que se transformará en una de las pocas mujeres con grado de oficial (capitana) en el ejercito “rojo” y republicano, en los primeros embates de los “nacionales”, ofensiva fascista que será detenida y fracasará en los próximos meses.
Pero también habrá argentinos destacados del lado fascista. Uno de ellos, oficial de la Falange, declarará con orgullo y perspectiva en la zona del País Vasco: “soy argentino, y me incorporé enseguida porque si se vence en España se habrá dado un golpe de gracia al marxismo,” [9]
Otro tanto ocurre con los que dudan, entre ellos varios dirigentes de FORJA, que se declaran ajenos a la guerra y la Revolución Española, coincidiendo (no sin sorpresa) en la “neutralidad” con las órdenes que impone Inglaterra que llevará adelante, sin muchas diferencias, el gobierno del “fraude patriótico” del Gral. Justo, Ortiz y toda la oligarquía argentina. [10]
O bien los dirigentes del PS que ante la gravedad del conflicto y luego de mantener una actitud pacifista, impulsan colectas y organizaciones de ayuda, principalmente desde los sindicatos que influían junto con los sindicalistas, como la Unión Ferroviaria y La Fraternidad, o desde la Confederación de Empleados de Comercio, la Unión Tranviaria y la Unión de Obreros Municipales.
Avanzados los meses, la lucha y solidaridad obrera sigue creciendo. La CGT Independencia será una de las organizaciones obreras más dinámicas en organizar la solidaridad junto con otros sindicatos comunistas como la FONC, donde se destacará la Federación de Organizaciones de Ayuda a la República Española (FOARE), dirigida por los comunistas.
Lamentablemente su actividad estará orientada (y se limitará), según la táctica asumida por la Internacional Comunista en España que prioriza la lucha antifascista por sobre la lucha de clases bajo el lema de “primero ganar la guerra”, a aliarse con la burguesía “democrática y republicana” para derrotar a Franco.
Emblema de la orientación “frentepopulista” que en la Argentina recibirá las críticas de los grupos trotskistas, que serán rechazados y perseguidos con calumnias y provocaciones por parte de los stalinistas argentinos. [11]
Al respecto, un punto destacado y vergonzante lo dará el dirigente comunista argentino, Victorio Codovilla, que cumplirá un rol destacado al servicio del stalinismo participando en las conspiraciones y la represión contra anarquistas y trotskistas en España, junto a los agentes stalinistas de la GPU.
A través de ellos dará comienzo la contrarrevolución stalinista en España, que se ocupará de reprimir las organizaciones obreras como la CNT (anarquista) y al POUM. [12] Ambas organizaciones, al calor de la guerra, desarrollarán tendencias por izquierda que empalmarán (de forma tardía) con la línea que impulsa desde el inicio León Trotsky [13], que sostiene que la mejor política para ganar la guerra en España es avanzar sobre los medios de producción y posesiones burgueses, y decirle a “los campesinos, las tierras son suyas, y a los obreros, las fábricas son suyas”; encarando de esta manera a fondo la guerra civil y la revolución.
Una orientación política que la dirección anarquista de la FAI-CNT no extenderá ni profundizará. Tal vez por eso, como dice Trotsky, tanto más honor y gloria al proletariado español, que dejará grabada para adelante la capacidad revolucionaria de la gestión obrera en industrias como la metalúrgica, la química y la siderurgia (entre otras), junto a la colectivización de tierras y campos, que le expropiarán a la Iglesia y a la burguesía española; conquistas todas que las tropas estalinistas se ocuparán de aniquilar en 1937 y la dirección de la CNT no sabrá defender.

A no olvidar
Como reflexionó el militante trotskista Jean Rous años más tarde, la orientación de Trotsky permitía que “cada obrero constatara, prácticamente, cara a cara con la realidad, que le era imposible vencer al fascismo y cumplir las tareas democráticas, de otra manera que no sea por los métodos de la revolución socialista, expropiando al expropiador y construyendo el aparato del estado obrero”. [14]
Tal vez por ese potencial Codovilla no olvidará jamás esa “rica experiencia española” (como la llama) y repetirá su lealtad al stalinismo cuando vuelva asumir años más tarde en el PC argentino. Poniendo en práctica las políticas de conciliación de clases y frentepopulistas junto a la Unión Democrática en 1946.
En cambio, los “fascistas criollos” sobresaltados van a festejar no sin problemas. Organizan con toda pompa una fiesta en la Av. de Mayo, que ni logran empezar porque los cocineros y los mozos exigen que retiren los emblemas nazis y fascistas, cosa que no hacen, y se les atraganta el festejo y se quedan sin almuerzo.
Con todo, la Revolución Española será una de las más grandes gestas de la clase obrera mundial, que bien pueden compararse con la Comuna de París de 1871 y la Revolución Rusa de 1917. Por eso, la derrota es una derrota profunda y una gran desgracia para la revolución; esa “última advertencia”, que definiera Trotsky.
Por eso también la entrada triunfante del gral. Franco en Barcelona y Madrid será la orden que esperaban los tanques nazis en la frontera alemana para invadir Polonia y dar inicio a la Segunda Guerra Mundial imperialista.
 
[1] Desde los diarios La Nación y La Prensa, la huelga de los obreros de la construcción de enero de 1936 les recuerda la huelga general y “los soviets” de la Semana Trágica de 1919. Estos procesos y los que se desarrollan en los años 30 en la Argentina son analizados en Cien años de historia obrera en la Argentina 1870-1969, IPS-CEIP.
[2] La CGT para 1936 estaba dividida en dos, y recibía su nombre acorde a las calles donde estaban sus sedes. Por un lado la CGT Catamarca, bajo dirección de los sindicalistas; y la CGT Independencia, con peso de socialistas y comunistas.
[3] Ernesto Goldar, Los argentinos y la guerra civil española, Ed. Contrapunto (1986).
[4] Idem 3.
[5] Carta de Juan Antonio Martín Cotano (jefe regional de Falange Española y director de la revista mensual españolaAmanecer) a Joaquín R. de Cortázar (jefe del servicio de intercambio de la Delegación Nacional de Relaciones Exteriores).
[6] Ernesto Goldar, op. cit.
[7] Graciela Mochkofsky, Tío Boris, un héroe olvidado de la guerra civil española.
[8] Mika Etchebéhère, Mi guerra de España. Ed. Eudeba.
[9] Ernesto Goldar, op. cit.
[10] Arturo Jauretche, uno de los principales líderes de FORJA, prohibió hablar del conflicto español en la organización, bajo la consigna de “evitar que todo el pueblo se embarcara en polémicas ajenas a la problemática nacional”, porque “los enemigos estaban aquí, no en España” y la lucha debía librarse en la Argentina.
[11] En uno de los órganos del PC decían en esos días: “El trotskismo es la careta con que se encubren los provocadores para sembrar en las organizaciones populares la calumnia y la división. En el movimiento de ayuda a España han logrado penetrar algunos de estos emboscados. ¡Hay que desenmascararlos y ponerlos fuera sin piedad!”. Orientación, 17 de noviembre de 1938, citado en Montenegro, Silvina, op.cit., p. 157.
[12] Para profundizar en la caracterización del POUM, recomendamos ver los escritos de León Trotsky, en La victoria era posible, de Ediciones IPS-CEIP (2014).
[13] León Trotsky, op. cit., "Escritos sobre la Revolución Española".
[14] En León Trotsky, op. cit., Jean Rous, “La revolución asesinada”.

Argentinos y la guerra civil española

Rogelio Alaniz.- El Litoral

Es notable el impacto que la guerra civil española tuvo en Argentina. Una comunidad española numerosa en estas tierras tal vez explique en parte esta realidad, pero lo cierto es que tanto en el plano político como cultural y social, la guerra civil con sus vicisitudes y dramas cotidianos estuvo presente en la Argentina a través de diarios, revista, folletos y una amplia y extendida actividad solidaria, al punto que Argentina fue considerado uno de los países que más recursos entregó a España.
La solidaridad incluyó, como no podía ser de otra manera, un debate interno áspero e intenso. Si bien mayoritariamente las adhesiones fueron a la causa republicana, también hubo adhesiones significativas a los denominados “Nacionales”. Respecto de la solidaridad republicana tampoco faltaron las disidencias internas entre comunistas, anarquistas y socialistas, aunque estas no adquirieron el grado de beligerancia que sí hubo en España.
No bien llegó a la Argentina la noticia del levantamiento armado de Franco contra la República, comenzó la movilización solidaria a través de centros y comités de ayuda creados en las principales ciudades del país. La movilización incluyó revistas, folletos y diarios. Aunque la manifestación más efectiva de solidaridad se expresó a través del envío de milicianos argentinos decididos a pelear con las armas en la mano a favor de la causa republicana. Se los conoció con el nombre de brigadistas, es decir, miembros de las Brigadas Internacionales, una iniciativa promovida apenas iniciada la guerra por la Comintern comunista con la aprobación de Moscú y el aporte organizativo de los comunistas franceses.
Las Brigadas Internacionales constituyen un capítulo especial de la guerra civil española porque llegaron a sumar más de sesenta mil hombres -las cifras no son coincidentes- provenientes de alrededor de cincuenta países. Argentina aportó unos setecientos u ochocientos militantes, en su mayoría hombres, pero también hubo mujeres, algunas de las cuales se destacaron en los frentes de guerra como por ejemplo, Mika Feldman de Etchebéhère, nacida en Moisés Ville y la única mujer en la guerra civil que dirigió un batallón de combate.
El principal reclutador de brigadistas en la Argentina -y en el mundo- fue el Partido Comunista. Pero no fue menor el aporte de anarquistas y socialistas. La inscripción, voluntaria, y las exigencias eran básicas: estar a favor de la república y ser antifascista. Entre los brigadistas hubo intelectuales, trabajadores, militantes políticos, mujeres y un número interesante de judíos, muchos de quienes luego, en España, se sumarán a la Unidad Botwin.
Brigadistas argentinos pelearon en Madrid y en las batallas de Albacete, Teruel, Brunete, Jarama, Guadalajara y, sobre todo, en el Ebro, donde la república quemó los últimos cartuchos ofensivos con la esperanza de dar vuelta una guerra que ya para 1938 parecía perdida.
También brigadistas argentinos desfilaron con sus compañeros de armas aquella jornada triste y gloriosa del 28 de octubre de 1938. Más de doscientas mil personas salieron a la calle para decirles adiós. En el palco estaban Lluis Companys, Manuel Azaña y Juan Negrín. Estos hombres y mujeres habían venido desde todos los rincones del mundo. Venían a pelear y a morir por una causa que identificaban con la causa de la humanidad. Creían muy en serio en una sociedad más libre y más justa. Y eran antifascistas convencidos. Muchos de sus amigos habían muerto en las trincheras y los frentes de batalla, a algunos le cerraron los ojos o le cavaron su tumba.
Pablo Neruda los recuerda en un poema: “...Entonces os he visto. Y mis ojos están ahora llenos de orgullo, porque os vi a través de la mañana de niebla llegar a la frente pura de Castilla. Silenciosos y firmes como campanas antes del alba. Llenos de solemnidad y de ojos azules venir de lejos y lejos. Venir de vuestros rincones, de vuestras patrias perdidas, de vuestros sueños, llenos de dulzura quemada y de fusiles a defender la ciudad española en que la libertad acorralada puedo caer y morir mordida por las bestias”.

Caballeros de la libertad
Esa tarde de octubre de 1938 los brigadistas regresaban a sus países como consecuencia de un dudoso acuerdo político exigido por la Sociedad de Naciones y el Comité de No Intervención. Muchos de ellos se despedían con lágrimas en los ojos. Ellos mismos, duros como eran, no podían evitar emocionarse.
Dolores Ibarrauri, la Pasionaria, los despidió con palabras que aun hoy emocionan. “Vinisteis a nosotros como hermanos nuestros y en los días más duros de nuestras guerra... Cuando los años pasen y las heridas de la guerra se vayan restañando, cuando el recuerdo de esos días dolorosos y sangrientos se esfumen en un presente de libertad, cuando los rencores se vayan atenuando y el orgullo de la patria libre sea igualmente sentido por todos los españoles, hablad a vuestros hijos, hablad de estos hombres, de estas mujeres de las brigadas internacionales... Podéis marchar orgullosos. Vosotros sois la historia. Vosotros sois leyenda... caballeros de la libertad del mundo. ¡Buen camino!”.
Entre los argentinos merecen destacarse los nombres de Juan José Real, dirigente comunista; Ramón Belanguer García que combatirá al lado de Buenaventura Durruti; Juan Gastón Gilly, Simón Tur, Alfredo Borello, Loy Klepach, Boris Mochkowsky, el tío Boris, que se desempeñó de oficial en el Quinto Regimiento y era conocido como “Ortiz”. Trabajadores algunos, intelectuales otros, antifascistas todos. Tampoco faltaban las ovejas negras de familias ricas, como es el caso de Carlos Kern Aleman, primo de Juan y Roberto Aleman.
Podemos discutir la ideología de estos hombres u objetar su identificación con Stalin o el comunismo. Lo que resulta difícil criticar es su capacidad de entrega, su pasión desbordada, la convicción de que estaban haciendo lo justo, lo que correspondía, la certeza de que para ser hombres plenos debían luchar para detener el fascismo en España y en el mundo.
La historia no se escribe de todos modos con un solo trazo y con tinta de un solo color. También están los pasajes oscuros, las líneas torcidas, los errores y las suciedades. No todos los brigadistas pensaban lo mismo y esas diferencias se hicieron presentes de la peor manera en los campos de batalla, sobre todo en Barcelona, como muy bien lo escribe George Orwell.
Junto con los ideales y el coraje convivía el sectarismo, el dogmatismo criminal, los operativos inescrupulosos. No todos los brigadistas murieron por las balas de Franco. Lamentablemente. No pocos cayeron ejecutados por los comisarios políticos del comunismo. Victorio Codovilla, el burócrata del PC argentino se jactó de realizar el trabajo sucio acatando las órdenes de Moscú. No fue el único y a decir verdad no solo los comunistas cometían tropelías en el bando republicano. Anarquistas y troskistas no se quedaban atrás, nada más que su influencia política y militar era menor. Hay que decir también que no todos los brigadistas eran muchachos puros e idealistas. También hubo aventureros irresponsables y cultores del heroísmo y la muerte. A modo de conclusión parcial, no es desacertado postular, entre otras cosas, que la República perdió la guerra civil por los errores y torpezas cometidas por quienes defendían la República aunque de republicanos tenían poco y nada.
Entonces, ¿hay que reivindicar o condenar a estos brigadistas? Lo siento por mí y por todos si la realidad es más complicada de lo que nos gustaría. Supongo que más que juzgar hay que tratar de entender el clima de época, las ideas e imaginarios presentes y las opciones políticas disponibles. En tiempo presente y en situaciones dramáticas es probable que a la hora de elegir no haya mucho margen para la duda, pero a la hora de indagar el pasado se impone la reflexión y todas las dudas son válidas.
Estoy convencido que los hombres que marcharon a España lo hicieron movilizados por lo que creían eran los mejores ideales de su tiempo. Que a la hora del balance histórico esos ideales no hayan sido ni tan puros ni tan justos como se creía, no impide reconocer lo que allí hubo de valioso para la condición humana y también lo que hubo de injusto e indigno. (Continuará)

Un gran cronista argentino en la Guerra Civil Española

Una compilación reúne los artículos de Fernando Ortiz Echagüe, periodista de este diario que realizó un intenso retrato del conflicto que asoló la península entre 1936 y 1939

Fernando J. Ruiz.- PARA LA NACION

Hace pocos días, el 1° de abril, se recordaron los 80 años del fin de la Guerra Civil Española. Ese drama fue una enorme conmoción para la península ibérica, pero también para América Latina, y constituyó la previa de la Segunda Guerra Mundial.
La espiral de las emociones políticas puede acelerarse. Sucesivos shocks morales pueden provocar estallidos de efervescencia colectiva. Y esas burbujas emocionales también estallan. En América Latina, países como Venezuela y Nicaragua siguen acumulando tensión, mientras en otros países como Ecuador, Bolivia o la Argentina, se aplicaron frenos moderadores.
Pero las guerras civiles no son solo reinados de la muerte en el pasado. Nadie puede asegurar que no se repitan. La siembra del odio nunca es gratuita. Por eso, el testimonio de un periodista de la nacion puede ayudarnos a revivir algunos fragmentos de la guerra civil de España, la que en Buenos Aires fue solo una contienda entre tertulianos de dos bares de la Avenida de Mayo: el Bar Iberia, donde se reunían los republicanos, contra el Café Español, donde se reunían los franquistas. Mientras tanto en España, en cambio, se intercambiaban fosas comunes.
El profesor español Luis Sala González ha recopilado la cobertura que hizo de esa lucha fratricida el corresponsal en Europa del diario la nacion, Fernando Ortiz Echagüe, bajo el título Crónicas de la República y la Guerra Civil (Ediciones Espuela del Plata). Este periodista ya entonces formaba parte de la leyenda pues se decía que, como corresponsal del mismo diario en el Tratado de Versalles, en 1919, había sido el primero en transmitir al mundo la firma del acuerdo de paz.

Ajedrez mortal
Nacido en Logroño en 1892, viajó a Buenos Aires a los 17 años, donde vivió casi una década, antes de volver a Europa representando a la nacion. Así pudo transmitir con cercanía el in crescendo del estallido y el infierno. Desde Hendaya, Biarritz, San Sebastián, París, Londres, Berlín o San Juan de Luz, en el sur de Francia, Ortiz Echagüe siguió la caída de la tumultuosa república democrática española, que cayó en la pinza autoritaria de la época, formada por los fascismos italiano y alemán, y los extremismos comunistas y anarquistas. En ese ajedrez mortal, los gobiernos de Francia y Reino Unido intentaban una imposible influencia moderadora del conflicto.
Ya había escrito sobre los nazis en 1933, a los que definía como "el odio elevado al rango de institución nacional", y percibía cómo la ceguera era prima hermana del odio y ese proceso llevaba a la guerra.
Los artículos permiten ingresar a la pesadilla española. El periodista se refiere a los franquistas como "los revolucionarios" y a los republicamos como "los gubernamentales". Expresa su simpatía inicial por la causa republicana, pero rechaza la "violencia maximalista" de la extrema izquierda.
Veía cómo en la medida en que las instituciones democráticas estaban siendo superadas por la violencia de las facciones, el juego cambiaba sus reglas: ya no se necesitaban más votos, sino más armas, lo que llevó a la internacionalización del conflicto.
Las crónicas de Ortiz Echagüe son vivaces, cromáticas, llenas de anécdotas, conversaciones, personajes de las primeras y las últimas filas, descripciones de sucesos de un dramatismo y ferocidad impactante. Entre ellas, se cuentan las hazañas de la diplomacia argentina al salvar españoles de los dos lados. Se ejercía el derecho de asilo, con la mirada protectora de quien era entonces el presidente de la Sociedad de las Naciones, nada menos que Carlos Saavedra Lamas, canciller argentino y Premio Nobel de la Paz. En las crónicas también quedó registrada la salida a las apuradas del célebre compositor uruguayo Francisco Canaro hacia el sur de Francia, sorprendido en Madrid por el golpe militar parcialmente frustrado del 17 de julio de 1936, día en que se inició la guerra civil.

Contar la barbarie
Ortiz Echagüe no es el cronista que llega al frente para sentir las balas. Lo suyo es la conversación con protagonistas y testigos; procesa testimonios múltiples para pintar retratos de la guerra. Para él la guerra son dos cosas: una partida de ajedrez internacional y un crujir doloroso del tejido humano de una sociedad. En sus crónicas hay indignación, temor, miedo, vergüenza, esperanza, hasta cierto humor grotesco que brota en ese viaje al lado oscuro que es cualquier guerra civil.
El odio acumulado activa una fábrica de muerte. Tras el bombardeo a una ciudad, se contaban los muertos y se fusilaba a igual número de presos del bando que bombardeó. "Estos se eligen en macabros sorteos donde no caben trampas", escribe. Pero también destaca la piedad de personas, con o sin poder, que rescatan a hombres y mujeres de esa ciénaga.
Las radios y el telégrafo fueron los medios fundamentales para la información. El cronista se refiere varias veces al "pugilato de las ondas" entre las emisoras de ambos bandos. Los diarios representaban la opinión; eran la única referencia para pensar cuáles eran las principales corrientes de opinión en un país. A través de los diarios hablaban los principales sectores políticos. Desde Le Temps hablaba el establishment francés, desde L’Humanité, los comunistas, y desde Le Populaire, los socialistas. Asimismo, desde The Times hablaba la city inglesa y desde The Manchester Guardian, aquellos sectores más hostiles al franquismo.

Futuros comprometidos
El periodista sostiene que el eje europeo es la relación entre París y Londres, y que "esos dos grandes pueblos pacíficos se acercan instintivamente, y con solo tenderse las manos a través del Canal ya parece que Europa respira mejor". Dice que esas "aproximaciones franco-británicas tienen su rito" y que el primer paso pasa por la publicación de "unos editoriales en Les Temps y The Times".
Las burbujas emocionales y cognitivas eran claras: "como en todo episodio de la guerra española […] la pasión política construye dos versiones y la gente escoge sus ideas".
El cronista enseguida señala la debilidad republicana en su frente interno: "los socialistas matan a los fascistas; los comunistas matan a los socialistas; los anarquistas matan a los comunistas". Esto vendría a ser lo que él llama "el problema político de la retaguardia".
Ya a principios de 1937, Ortiz Echagüe cree que van a triunfar los rebeldes, que "el tiempo trabaja en favor del general Franco". Frente a eso, el periodista describe los esfuerzos franceses e ingleses por minimizar la influencia italiana y alemana en un posterior gobierno de Francisco Franco, y también para evitar represalias de los rebeldes frente a los republicanos.
La Segunda Guerra Mundial también lo tuvo como protagonista a Ortiz Echagüe. Estuvo en París hasta que la avalancha nazi lo desplazó junto al nuevo gobierno de Vichy y salió hacia los Estados Unidos, desde donde cubrió la guerra. Sus días terminaron con misterio cuando se cayó del balcón de un hotel en la París de la posguerra, en 1946.
Escribo esta reseña sobre sus crónicas de la Guerra Civil Española diciendo con Ortiz Echagüe que, "aunque me valga el calificativo de alarmista", más vale prevenir que llorar. En América Latina, la ruptura de los diálogos no es nunca una señal de militancia política comprometida sino, por el contrario, un símbolo de un futuro comprometido.

El autor es profesor de Periodismo y democracia de la Universidad Austral

Artículo original: https://www.lanacion.com.ar/opinion/un-gran-cronista-argentino-en-la-guerra-civil-espanola-nid2239708/

domingo, 29 de mayo de 2022

La Guerra Civil Española en Santiago del Estero. Miradas periodísticas del impacto bélico de Maria Cecilia Rossi

Pensar en el impacto que causó la Guerra Civil Española en Santiago del Estero es reflexionar en términos de una profunda conmoción social, en tanto la guerra involucró y fragmentó, no sólo a una colectividad en la que se puso en evidencia una fuerte emergencia de diferenciaciones políticas -hasta el momento poco visibles o por lo menos veladas-, sino a un conjunto social que percibía que España se había convertido en un campo de lucha entre demócratas y fascistas, perspectiva complicada por la multiplicidad de miradas sobre realidades muy complejas. Cuando planteamos el escenario sobre el que se juegan estas historias de guerra advertimos la lejanía de aquel Santiago esplendoroso de las inquietudes intelectuales, los cigarros de La Habana y el champagne, y la brutal cercanía del ingreso oficial en el "conjunto de provincias pobres junto con Catamarca y La Rioja, necesitadas de recibir ayuda federal, subsidio que se invertía en el pago de sueldos a maestros, jornales, empleados de la administración y obras públicas" (Alén Lascano, 1998). Por otra parte, el retorno del conservadurismo santiagueño de la mano de inter-venciones federales no implicaba la desaparición del radicalismo que con su línea antipersonalista se mantenía fuerte y conformaba la Concordancia local, logrando instalar en el gobierno provincial a Pío Montenegro (1936-1939), aquel mandatario que reformó la Constitución Provincial introduciéndole novedosas iniciativas a la vez que declaraba su adscripción a la iglesia católica. Como era de esperar -si se respetan las finiseculares tradiciones santiagueñas- la cuestión de la incorporación o no de la enseñanza religiosa católica en las escuelas llevó las mayores olas discursivas, pero la negativa final enfrentó a la iglesia local con el Gobierno y desembocó en una Intervención Federal, enrolada en los afanes de la reorganización moral propuesta por el presidente Ortiz (Alén Lascano, 1982). Para completar el cuadro de situación sobre el que se plantea la Guerra Civil Espa-ñola, entendiendo por tal aquel que permite advertir las condiciones de produc-ción de los grandes debates en torno a las posibilidades de democratizar el sistema político y a la puesta en escena del funcionamiento de importantes redes solidarias, no podemos dejar de referirnos a la destrucción de los segmentos sociales más empobrecidos a causa de la desnutrición, el analfabetismo, el alcoholismo y la violencia emocional que implicaba haber sido los parias destinados a destruir su medioambiente con la explotación irracional del bosque para procurar su propia subsistencia. Será entonces sobre la base de esta sociedad bipolar que dos comunidades, Santiago y La Banda se involucraron, cada una con sus particularidades, en la Guerra Civil Española.

Enlace: http://mariaceciliarossi.com.ar/sitio/index.php/documentos/libros/item/225-la-guerra-civil-espa%C3%B1ola-en-santiago-del-estero

Diccionario biográfico de los voluntarios de Argentina en la Guerra Civil Española

Ya se presentó, editado por la AABI, este diccionario escrito por el historiador argentino Jerónimo Boragina. Conocemos de él otros trabajos como su participación en los libros colectivos Voluntarios de Argentina en la guerra civil española (2008) y Voluntarios judeo-argentinos en la Guerra Civil Española (2016), así como en el documental Esos mismos hombres. Ha escrito, por otro lado, numerosos artículos sobre esta temática en revistas de todo el mundo y dirige el Archivo de Voluntarios de Argentina en la Guerra Civil Española.

El presente libro es el fruto de más de 20 años de investigación. Con él Boragina ha intentado desvelar los nombres y resumir los itinerarios de aquellos hombres y mujeres que, desde la Argentina, contribuyeron a sostener la primera batalla contra el fascismo internacional, cuyo escenario fue España. Su trabajo se inscribe en una tradición historiográfica inaugurada por AICVAS en 1996 con la salida de La Spagna nel nostro cuore, 1936-1939, un diccionario con 4000 biografías de “los voluntarios italianos que defendieron la República española del ataque franquista, preparando así el retorno de la libertad y de la democracia en nuestro país”, como reza el subtítulo de la portada.

 

Artículo completo: https://www.brigadasinternacionales.org/2021/05/18/diccionario-biografico-de-los-voluntarios-de-argentina-en-la-guerra-civil-espanola/



lunes, 28 de septiembre de 2020

Tesis: PROPAGANDA REPUBLICANA. INTELECTUALES EXTRANJEROS EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.- Autor: Diego Naselli Macera

Tesis: PROPAGANDA REPUBLICANA. Intelectuales extranjeros en la Guerra Civil española.

Autor: Diego Naselli Macera


Introducción:

La Guerra Civil española no solo fue un conflicto local que enfrentó a hermanos en suelo español sino también una guerra donde chocaron dos ideologías encarnadas por políticos y dictadores europeos y americanos, donde lucharon hombres y mujeres provenientes de diferentes lugares del mundo, donde se opuso el autoritarismo a las libertades individuales y el centralismo estatal a las independencias regionales. Fue el prolegómeno de la Segunda Guerra Mundial, donde se probó armamento y técnicas de guerra modernos sobre la población civil, se produjeron desapariciones y fusilamientos de personas, se construyeron campos de concentración y los periódicos del mundo mostraron esas atrocidades en primera plana a través de notas enviadas por sus corresponsales especiales. Para comienzos de 1937, la guerra civil en España se había convertido en una guerra mundial...


Enlace tesis completa: 

https://drive.google.com/file/d/1y4-ZR9Hn8BFXvN-dfL4saMJG0jHRMl9p/view


Enlace anexo fotográfico: 

https://drive.google.com/file/d/1UyYO3P61feLtKL1is1FZ7j95PM5OMEn_/view





martes, 4 de agosto de 2020

MOSAICO ROTO, de Paulina y Adelina Abramson (Compañía Literaria)

Título: Mosaico roto
Autoras: Paulina Abramson (1915-2000) y Adelina Abramson (1920-2012)
Editor: Compañía Literaria (Madrid)
Fecha de edición: 1994

Información de contracubierta:
En este libro encontrará el lector parte de su propia historia, de su propia voz. No es un relato lineal de los hechos tremendos acaecidos en nuestro siglo, ni unas memorias al uso en que las autoras rememoren pasadas batallas en las que estuvieron presentes, sino el más desgarrado testimonio de unos hechos y unas circunstancias en las que ellas fueron protagonistas para bien y para mal, y en las que se mezcla y confunde lo más noble con los hechos más monstruosos de nuestra época.
Por estas páginas pasan personajes y hechos claves de este tiempo: la ascensión de Stalin al poder en la Rusia soviética, la guerra de España, la muerte de Durruti, la de Andreu Nin, la salida del oro del Banco de España, la acción de los servicios secretos soviéticos en la España republicana, luego, la Guerra mundial, las luchas internas en la URSS durante y al acabar la contienda, el gulag, la ocupación de Budapest en el 56, la memoria actual, y un largo etcétera de golpes en nuestras conciencias vistos desde la actualidad de la caída y destrucción del poder soviético.
Capítulo aparte merece el relato de la vida y obra de algunos de los más célebres espías en nuestra época a los que trataron: Sorge, Orlov, los miembros de la orquesta roja Kent y Carlos Alamo.
Difícilmente quien haya participado o se haya sentido influido en su vida por estos acontecimientos puede quedar indiferente ante este verdadero relato.